Patrimonio
Me llamo Milagros.
Siempre digo que me encanta viajar. Hay algo mágico en perderme por calles desconocidas, probar comida nueva, y escuchar idiomas diferentes. Pero cada vez que vuelvo, me pasa lo mismo: Buenos Aires es especial. Es como si la ciudad me dijera "¿Viste? Por más que vayas y vuelvas no hay como acá."
Buenos Aires no es solo una ciudad; es un tejido que entrelaza historias, personas y lugares. Cuando camino por San Telmo, pienso en cómo esas calles empedradas vieron generaciones de vendedores, artistas y familias. Cada rincón tiene algo que contar, y a veces pienso que es imposible no sentirse parte de esta trama cultural. Desde el tango que suena en una plaza hasta la señora que prepara churros en el barrio, todo es un recordatorio de quiénes somos y de dónde venimos. Este proyecto me invito a preguntarme ¿Cómo podemos ayudar a los individuos y colectivos a contar esa trama cultural y generacional? Me dí cuenta de la importancia de transmitir la historia y hacerla permanecer.
Viajar me hizo darme cuenta de cuánto amo esta ciudad. Estuve en ciudades ordenadas, limpias, con todo funcionando a la perfección… pero ninguna tiene el caos lleno de vida que tiene Buenos Aires. Acá, cada conversación en la calle es una historia; cada café con medialunas, un ritual; cada esquina, una sorpresa.
Cuando estoy afuera, suelo decir: "Mirá qué prolijo todo". Pero después pienso: ¿Y dónde está la pasión? ¿Dónde están las charlas infinitas en la mesa, las plazas llenas de vida, la gente que te ayuda aunque no te conozca? Nuestra identidad está en esas cosas simples, pero profundas. Me dí cuenta de la simpleza que prevalece en la ciudad, que termina siendo lo mas memorable. Hay una especie de orgullo que se siente al vivir en Buenos Aires, aunque a veces lo escondemos. Las historias de los inmigrantes que construyeron esta ciudad con sus propias manos, el legado de los barrios como La Boca o Palermo, la mezcla de culturas que no se ve en cualquier lado. Buenos Aires no solo te hace sentir; te hace pertenecer.
Creo que en esa pertenencia está el secreto del orgullo patrio. No importa cuán lejos me vaya o cuánto me fascinen otras ciudades, siempre vuelvo con ganas de recorrer mi propio barrio, Villa Devoto. Porque sí, podemos tener mil problemas como país, pero también tenemos mil razones para amar esta ciudad. Y si algo tengo claro, es que no importa cuánto viaje o cuánto conozca, siempre voy a sentir que mi lugar está acá.
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